jueves, 15 de diciembre de 2016

Rudolf Hess, ¿víctima de un complot o simple perturbado?

Al escuchar hablar de los nacionalsocialistas, alguien que tenga un mínimo conocimiento de historia verá pasar por su mente nombres como Adolf Hitler, Himmler, Auschwitz, Dachau o Anna Frank. Al pararse a pensar un poco más detenidamente, quizás vienen a su mente episodios como los Juicios de Nuremberg o la Batalla de las Ardenas. Pero, ¿quién recuerda al número dos del NSDAP, Rudolf Hess, colaborador de la obra Mein Kampf?
Hoy en día, la figura del número dos (e íntimo amigo de Hitler) ha caído en el más estricto olvido. Odiado por unos, ridiculizado por otros, ignorado por muchos, el mayor y más grande de los apoyos de Hitler durante su larga espera del poder en Alemania es hoy por hoy una de las sorpresas que se llevan aquellos que se aventuran a leer acerca de aquellos negros años.



Hess nació en Alejandría, Egipto, hacia 1894 en una familia de mentalidad conservadora y dedicación mercantil. Estudió ciencias políticas y comercio en Suiza hasta que, a punto de empezar Derecho en Oxford, estalló la Primera Guerra Mundial. Entonces, imbuido por un espíritu nacionalista alemán, se alistó en el ejército y recibió la cruz de hierro por méritos militares.
Al acabar la guerra, Hess, como tantos alemanes, se encontró un país devastado y sin recursos: empezó a estudiar economía en Múnich, donde entró en contacto con grupos antisemitas. Participó en combates armados contra la República de Baviera en 1919, lo que le marcó profundamente.
Poco después conocería a Hitler, quedando muy impresionado por su pensamiento: no tardó en entrar en contacto con él y entablar amistades comunes (como los hermanos Haushofer). Su vida en los siguientes años puede resumirse como la sombra de Hitler: participó en el Golpe de la Cervecería, compartió celda con él, fue comandante de un batallón de las SA y escribió diversos textos de alabanza al futuro líder alemán.
Tras las elecciones de 1933 en Alemania, fue designado parlamentario y tras la toma definitiva del poder por parte de Hitler, fue nombrado su numero dos, asumiendo una gran cantidad de competencias y carteras: su posición fue superior a la de Goebbels incluso, lo que demuestra su importancia para el régimen y para el propio Adolf Hitler.

Hess esperando ser juzgado
Ahora bien, ¿Qué ocurrió para que haya caído sobre él la peor de las maldiciones, el olvido?
La respuesta se encuentra en 1941: el diez de mayo, el número dos de Adolf Hitler, la segunda persona más poderosa de Europa, volaba en un avión especialmente preparado para la causa en dirección a Inglaterra. Allí aterrizaría ceca de los terrenos del duque de Hamilton, tras quedarse sin combustible y rozar la muerte. Detenido, pasó el resto de su vida en la carcel, donde acabó muriendo en 1987.

La pregunta lógica que todo lector atento de lo expuesto hasta ahora se debe hacer es: ¿qué motivó a tan importante figura a realizar un viaje tan arriesgado y sin un motivo aparente? Como en todo hecho histórico que a priori está poco claro, existen decenas de teorías: desde un plan diseñado por el propio Hitler hasta una misión suicida fruto de un desvarío de Hess. La respuesta real murió con el propio protagonista, ya que pese a pasar más de cuarenta años en la carcel, nunca dio una versión oficial. Tampoco confesó ningún tipo de plan o secreto de guerra, ni siquiera durante los Juicios de Nuremberg (en los que fue condenado a cadena perpetua a instancias de los occidentales y frente a la URSS, que pedía la pena de muerte en represalia por su colaboración con Hitler). En cierto modo, siempre se ha identificado la existencial de Hess tras este juicio como el futuro que habría tenido Hitler tras la guerra.
Sin duda, las reacciones a la cuanto menos insospechada acción de Hess fueron múltiples. El Führer llegaría a decir (según una entrevista concedida por Heinz Linge, su ayudante, en 195): "—¡Me engañan!... ¡Me traiciona todo el mundo!... ¡No tengo ni un solo amigo del que me pueda fiar! Y continuaba: —¡Hasta ese idiota! ¡Ese loco idiota al que imaginaba sumiso! ¡Ese idiota, idiota, idiota, me resulta falso! El idiota, idiota, idiota era, desde luego, Hess. —¡Imposible hacer proyectos! ¡Imposible calcular nada! —sentenciaba Hitler en otros momentos—. ¿Para qué si se los transmitirán a mis enemigos inmediatamente?... ¡Me veo rodeado de traidores!"
Portada del libro "¿Quién mató a mi padre, Rudolf Hess?"
En Alemania, fue pronto revelado de sus funciones por su rival en el partido Bormann, y Goebbels definió su actitud como "digna de un loco". Condenado por sus crímenes de guerra a cadena perpetua, sobrevivió hasta la edad de 93 años en un estado físico lamentable: prácticamente ciego, sin poder moverse bien y con lagunas mentales dignas de un enfermo de Alzheimer, quedó como único inquilino de la cárcel especialmente habilitada para los presos nazis en 1966. Sus últimos años vinieron marcados por un intenso debate en la sociedad británica, que se dividió entre los que pedían su liberaciones por cuestiones humanitarias y los que eran partidarios de dejarlo morir entre rejas: la justicia hizo oídos sordos al asunto y Hess moriría en 1987.
Su muerte quedaría rodeada de mucho misterio, ya que en una primera autopsia se le declaro muerto por ahogamiento, fruto de un ahorcamiento. Sin embargo, una segunda autopsia declaró que murió por estrangulamiento provocado. La familia siempre creyó que su muerto fue voluntaria, como demuestra el libro de su hijo.
En definitiva, Hess, pese a su trascendencia en todo el régimen nacionalsocialista, ha sido uno de esos personajes que ha desaparecido del mapa histórico.
Si su historia ha resultado interesante al lector, este podrá conocer más en el siguiente reportaje de la BBC http://www.bbc.com/news/magazine-17588632 o en el siguiente documental https://m.youtube.com/watch?v=30bZh-rqQiE

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