domingo, 6 de noviembre de 2016

¿Racismo o intereses económicos? Por qué más de un tercio de estadounidenses apoyan el muro en la frontera con México.



    Dentro de las propuestas electorales de Trump, candidato a la presidencia de La Casa Blanca, hay varias muy controvertidas. Entre ellas, la más llamativa es la de edificar un muro en la frontera que su país tiene con México al sur. Se trata de una medida que no pasa desapercibida y que ha levantado enorme controversia; muchos conciudadanos del magnate no dudan en rechazarla y tacharle de racista y cosas peores. Sin embargo, otro enorme sector del colectivo electoral ha visto con buenos ojos la propuesta; esto no deja de resultar llamativo en un país tan lleno de inmigrantes como Estados Unidos, una de las naciones del mundo que más inmigrantes recibe al año (el propio Trump tiene raíces escocesas y alemanas). Entonces, ¿por qué tiene tanto éxito una propuesta así, consistente en limitar la libre circulación de personas -y que va en consonancia con los mensajes acerca de prohibir la entrada de musulmanes en EEUU o ser inflexible con la inmigración irregular-? Una posible respuesta se halla, una vez más en la economía.



 
   México es un país que ha logrado impulsar un enorme crecimiento en estos últimos años: sin embargo, sigue siendo un lugar con enormes desigualdades, violento y subdesarrollado en algunas regiones. Sus guerras internas entre cárteles perfectamente organizados y el propio gobierno, que sufre constantes ataques de grupos muy variados, generan una enorme inmigración hacia la "Tierra de las oportunidades", vista por los mexicanos como la oportunidad de iniciar una nueva vida. Los famosos "espaldas mojadas" (nombre con el que se conoce popularmente a muchos mexicanos que cruzan la frontera).

   Con una comunidad de unos 32.000.000 de inmigrantes de la nación azteca, Estados Unidos es el país receptor de inmigración latina por antonomasia -y también el que más ataques de corte antilatino recibe-. No hay que olvidar que, por cercanía, muchos de los viajeros se establecen en el sur de EEUU (tradicionalmente más racista que el norte). La violencia frente a estos extranjeros se ha multiplicado en los últimos años, y desde 2003 está en constante aumento. Entre otras cosas, figuras como Donald Trump y Ted Cruz (y cadenas como la Fox), son conocidos por sus constantes ataques contra este colectivo. Entre otras cosas, se les acusa de ladrones, vagos y conflictivos. Pero la verdadera razón podría estar más cerca de factores económicos que de elementos sociales o raciales.

   El límite entre EEUU y México es uno de los que origina más mortandad entre los que intentan atravesarlo. Muy desconocido por el gran público, unas 300.000 personas fueron detenidas intentando llegar a Estados Unidos a través de la peligrosa orografía que separa ambas naciones (sin contar los que lo lograron y los que murieron en el desierto o asesinados por mafias y grupos de presión). De los más de tres mil kilómetros que componen la frontera, más de un tercio se encuentran ya vallados. No es tema baladí para el gobierno americano: siete mil millones de dólares (entre agentes fronterizos y mantenimiento de la vigilancia) se desprenden del presupuesto nacional para la causa. ¿Por qué soporta La Casa Blanca un gasto tan voluminoso en un aspecto tan particular? Con unos cuantos datos todo resultará un poco más sencillo de ver.

   Estados Unidos cuenta a día de hoy con unos inmigrantes ilegales, unos 12.3 millones (cifra que varía según el estudio que se cite). Esta gran masa de gente no está documentada por el gobierno, no tiene papeles de ningún tipo y se encuentran en una situación altamente complicada: no se les reconocen derechos, son objeto de grupos racistas y ataques por parte de diversos colectivos y suelen ser blanco de acciones policiales cuanto menos cuestionables. Si bien con la administración Obama han mejorado en algo su situación, sus condiciones de vida son difíciles. Sus formas de entrada son de lo más variado, desde el cruce ilegal de las fronteras hasta papeles falsos organizados por mafias. Muchos entran de forma legal, pero sus visados caducan y no son repatriados o forzados a obtener otro. 
   Esta masa social, fuente de conflictos y problemas, ha sido quebradero de cabeza para los gobiernos de Estados Unidos desde tiempos de Reagan e incluso antes. Especialmente desde el momento en el que las estimaciones de entradas irregulares superan a las regulares, desde principios de siglo aproximadamente. 
   Se trata de una fuerza de trabajo que no puede ejercer por la legislación estadounidense, que no reconoce derechos a las personas sin papeles. Por ello, su única forma de ganar dinero con el que sobrevivir es recurrir a trabajos de economía sumergida, al margen de la legalidad y en condiciones generalmente poco agradables. Lógicamente, tener una masa tan grande (se trata de un 30% de la población de España aproximadamente) en situación precaria e ilegal es una traba para el crecimiento del país. 

   Ante este problema, son varias las teorías que se han desarrollado: entre ellas, la del muro. Esta es defendida desde dos perspectivas principales. Por un lado, la de Trump y el ala más conservadora de su partido (que aboga por el rechazo y la deportación de estos colectivos, a los que culpa de muchos males del país, entre ellos la criminalidad). Por otro, una corriente en la que se encuentra el periodista Robert J. Samuelson, defensor a ultranza del muro (entrevista en http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-37439553). Esta defiende la regularización de los inmigrantes con una serie de condiciones (por ejemplo, el visado electrónico y el mayor control del estado de residencia y los permisos). De esta forma, defiende, sería más fácil mejorar la situación de los que ya viven en el país y ser capaces de atacar los grandes flujos migratorios irregulares. 
   Sin embargo, uno de los mayores peligros de regularizar a los inmigrantes ilegales es el tan temido "efecto llamada". Desde sectores conservadores (como ya han expresado repetidas veces miembros de sectores derechistas y republicanos) se teme que se extienda el mensaje "papeles y trabajo para todos", generando una corriente migratoria que ni siquiera Estados Unidos en su conjunto sea capaz de asimilar.
   El grupo de defensores del muro como cortafuegos a la inmigración ilegal (que añade componentes de la América más conservadora y tradicional) esgrimen el argumento de la balanza de pagos (diferencia entre las exportaciones y las importaciones de un país, en este caso aplicada a Estados Unidos y México) entre ambos países es de 60.000 millones de dólares favorable a México. "No podemos permitir esta situación tan perjudicial para nosotros", defendió Donald Trump. 
   Si se analiza más a fondo el programa republicano sobre inmigración, solo se establece que "los inmigrantes ilegales que hayan sido condenados por delitos graves o que pertenezcan a bandas armadas" son los únicos que serán susceptibles de deportación (algo que ya se hace bajo el gobierno de Barack Obama). Es verdad que este programa se ha ido moderando a lo largo de la campaña, quizás por la necesidad de Trump de atraerse colectivos. Pero no se puede obviar la complicada situación que estos inmigrantes ilegales generan en el país y que debe ser, de una forma u otra, mejorada y controlada. 


   ¿Es el muro la mejor forma de controlar la inmigración en Estados Unidos? Para millones de estadounidenses sí: sin embargo, no todos comparten los pormenores del programa republicano en este aspecto. Entre otros factores importantes, no muchos americanos de ese 36% pro muro cree realmente que México vaya a pagar la faraónica obra. Resulta, cuanto menos, "absurdo" en palabras de George Bush. También Peña Nieto, presidente de México, se ha pronunciado al respecto. Algunos tuiteros van más allá y comparan esta propuesta con la "Noche de los Cristales Rotos" (uno de los muchos episodios sangrientos vividos por los judíos durante el régimen nazi, por el cual fueron agredidos y rapiñados y obligados a pagar la destrucción generada por los alternados de sus bolsillos). 
   También genera discrepancias la idea de deportación masiva de ilegales (que ha ido moderándose como ya hemos visto), o la propuesta de atacar las "ciudades santuario" (localidades en las que el ayuntamiento protege a los inmigrantes ilegales que no hayan cometido delitos graves, tanto sus datos como su seguridad). 

   Por tanto, es importante reseñar que no solo los tachados de "racistas" (a los que como se ha expuesto no responden a estas razones) son defensores del muro. El muro es claramente una opción de prosperar en el aspecto de la inmigración ilegal: no se trata de limitarlos, sino de evitar en cierta forma la crisis humanitaria que se vive en la región a diario. Puede que no sea la solución más políticamente correcta, pero quizás sea la más efectiva. El tiempo y los estadounidenses dictarán el nuevo giro que se dará con total seguridad en política migratoria, y que sin duda tendrá el dinero como uno de sus factores principales. 





 

sábado, 22 de octubre de 2016

Etiopía desde 1800

Del Cuerno de África, la nación actual que más arraigo histórico tiene es sin duda Etiopía. Se trata de una nación que ha sufido verdaderos cambios desde su primera constatación. Se trata de una de las naciones más antiguas del mundo, que aparace en textos tan antiguos como el Antiguo Testamento.
Antes de proseguir con este análisis histórico, es necesario realizar una distinción entre Etiopía como tal (término que emplearon los romanos para designar la zona habitada por persona de raza negra) y Abisinia (terriotio colonizado por árabes hace unos 4000 años.

El país etíope ha sido siempre uno de los predominantes de la región desde que se tiene constancia. Tras una interesante evolución a lo largo de la Edad Media, en el siglo XVI los exploradores portugueses que llegaron a la zona describieron una sociedad muy similar a las europeas, de carácter feudal y con tres grupos sociales. El mítico Preste Juan supo conducir a su reino cristiano, que quedó desde el principio rodeado de países musulmanes.

Pero no fue hasta el siglo XIX cuando los etíopes empezaron a contactar con los europeos con fuerza. Para 1769, empezó una etapa de esplendor conocida como la Etapa de los Príncipes. Su primer gran rey de esta etapa fue Kassay el Tigre (1872-1889) que adoptó el nombre de Juan IV de Etiopía. Este pactó varias veces con los europeos para lograr conservar su independencia y soberanía.
El rey Menelik II (1890-1913) fundó Adis Abbeba, la actual capital del país: prohibió la esclavitud, proyectó un código de derecho muy moderno y avanzado e intentó implantar la educación primaria obligatoria. A pesar de que no pudo llevar adelante toda su batería de medidas, logró hacerse con el respeto y el reconocimiento de los europeos en la etapa más dura del imperialismo europeo y el darwinismo social. También inició una campaña de ampliación de fronteras a base de invadir territorios fronterizos. Etiopía estaba rodeada de regiones sin estado o de otros países más pequeños, por lo que mediante algunos pactos y numerosas guerras (es decir, se ofrecía en general pactos parecidos al vasallaje para tratar de evitar la guerra) el rey Menelik logró aumentar en gran medida los territorios de Etiopía. También fue muy importante para la expansión la firma de un pacto con la corona británica, principal potencia de la zona, de respeto de las fronteras generadas de común acuerdo.
Tras quedar aislada por tierra del Mar Rojo debido a la ocupación europea de los principales puertos de la zona, se vieron obligados a firmar tratados con Italia para poder usar las salidas al mar y fomentar su comercio durante la etapa de Juan IV. Sin embargo, siete años después (1896), el rey etíope empezó a dudar de su homólogo italiano, al que denunció y derrotó en la batalla de Ádowa. Por ello, Italia tuvo que asumir su fracaso y reconocer la soberanía etíope. 

A la muerte del rey Menelik (1913), Iyasu V se convierte al islam y se declara descendiente de Mahoma, por lo que se genera un verdadero terremoto en el país que origina su caída dos años y medio más tarde. 
Gran parte del s. XX estuvo marcada por la figura de Emperador Haile Selassie . Durante su mandato (1930-1974), Etiopía sucumbió a la ocupación italiana (1936-1941) del gobierno de Mussolini. En 1962, Etiopía se anexionó la antigua Abisinia italiana, Eritrea, consiguiendo de esta manera tener acceso al mar. Sin embargo, no logró mantener durante mucho tiempo la utilización de los puertos eritreos, ya que desde el principio los movimientos eritreos de resistencia a tal ocupación impidieron mantener el control efectivo sobre los mismos.
En 1974 un golpe militar acabó con la monarquía de Haile Selasie instaurándose en 1977 una República Popular presidida por Mengistu Haile Mariam. Su Gobierno, apoyado por la Unión Soviética se enfrentó con los movimientos armados secesionistas en las provincias Tigre y Eritrea, y con choques fronterizos ocasionales con Somalia. En 1978 el intento de invasión del país vecino generó un pacto con Cuba, que envió tropas para defender a su aliado etíope. Tras varios años de lucha y guerra continuada, Etiopía logró expulsar a los somalíes de sus fronteras. Tres de años de gran sequía, mala administración económica y la desconfianza entre el Gobierno y las agencias Occidentales de asistencia ocasionaron la más famosa de las hambrunas sufridas por Etiopía, en 1983. En 1989 superaron un intento de golpe de Estado, aunque con la caída de la URSS Mariam se quedó solo. En mayo de 1991 fue forzado a dimitir, refugiándose en Zimbabwe.

Las tropas  del Prente Democrático Revolucionario de Etiopía (EPRDF) tomó el gobierno del capital y  su líder, Meles Zenawi, asumió la presidencia del gobierno provisional, comprometiéndose a la celebración de elecciones. Así, se llevó a buen puerto definitivamente el hundimiento del régimen soviético. El EPRDF, que había recibido ayuda de los rebeldes etíopes, apoya la celebración de un referendun supervisado por la ONU, en la provincia de Eritrea, referendun que con más del 99 % de los votos llevara a Eritrea a recobrar su independencia en mayo de 1993.
Ese mismo año, el EPLF celebró las primeras elecciones multipartidistas que fueron boicoteadas por el Frente de Liberación Oromo (OLF) que venía luchando por la independencia de la región Oromo, en el  oeste del país. El gobierno de transición pactó con el FMI una serie de reformas que le permitieron a acceder a préstamos del Banco Mundial. Sin embargo estos préstamos no llegaron en los plazos acordados lo que ayudó a que otra hambruna, en 1994, ocasionara millares de muertos en el distrito de Wolayata, en el sur del país. 
 En 1995 se realizaron nuevas elecciones que de nuevo fueron boicoteadas, pero esta vez por la práctica totalidad de la oposición. El gobierno saliente de esta elecciones presidido por Negasso Gidada, promulgó una nueva constitución por la que Etiopía de dotaba de una estructura federal y formó un gobierno dirigido por el presidente anterior, Meles Zenawi y compuesto por ministros provenientes de los diferentes principales grupos étnicos que componen Etiopía.
Tras la aprobación de la nueva Constitución, Etiopía adoptó el nombre de República Federal Democrática de Etiopía, constituyéndose como la Federación de las Naciones, Nacionalidades y Pueblos de Etiopía, dividiendo el territorio en nueve Estados diferenciados por su composición étnica (Tigray, Afar, Amhara, Oromia, Somalia, Benishangul-Gumuz, Naciones, nacionalidades y pueblos del sur, Pueblos de la Región Gambela y Pueblo Harari), reconociéndoseles a cada uno de ellos el Derecho de Autodeterminación.
En las elecciones libres que se han ido desarrollando hasta ahora, ha ganado por mayorías amplias el FDRPE (en inglés EPRDF).
Destacan en los últimos años la guerra contra Eritrea y la independencia de esta, en una guerra que gracias a la mediación de la ONU llegó a la paz definitiva.

Fuentes. 
 http://www.ikuska.com/Africa/Paises/etiopia/historia.htm
https://es.wikipedia.org/wiki/Etiop%C3%ADa#Historia
http://www.abayetiopia.org/conoce-etiopia/historia-de-etiopia