Es de dominio
público la complicada situación que viven los países del este de África, el
famoso "cuerno", desde el fin del imperio colonial europeo allá
por los años de la Guerra Fría. Sin embargo, se trata de un territorio rico en
recursos naturales y posibilidades de exportación y negocio. Por ello, el
presente informe pretende ahondar en esta región tan desconocida y
estigmatizada del mundo.
En primer lugar se
debe hacer un pequeño repaso por aquellas naciones que se considerarán como
parte del estudio, así como por su situación política. Somalia, Kenia, Sudán,
Sudán del Sur, Tanzania, Eritrea, Uganda y Etiopía son las ocho regiones que se
sacarán a la palestra. Debido a la naturaleza de este blog, resulta difícil
analizar exhaustivamente todos, así que se ha optado por seleccionar a Etiopía
(el país con más peso en la región) para que ejerza de muestra.
Al leer estos
nombres, es casi inevitable pensar -desgraciadamente- en estados fallidos,
desnutrición, guerras civiles y movimientos migratorios masivos. Al buscar una
lista de conflictos armados, se quedan cortos
los dedos de las manos para contarlos: por ejemplo, Somalia es a día de hoy un
estado fallido en el cual varias facciones del territorio se han declarado
independientes y llevan luchando entre sí por el control de diversas tierras
durante treinta largos años (los mismo que duró la guerra civil vivida en Eritrea, aunque
en este caso fuera en pro de una independencia que llegaría en 1991).
Tampoco se puede
obviar la fuerza de los grupos terroristas de tendencias islámicas radicales:
al-Qaeda tiene una fuerte presencia en la zona, y los atentados y matanzas se
suceden.
Además, tres de
estos estados se consideran estados fallidos por la ONU: Somalia (que posee en
su territorio reconocido dos territorios autoproclamados libres), Sudán y Sudán
del Sur. Para colmo, el Cuerno de África es de las zonas más desérticas de la Tierra
y las sequías acechan. Sida, hambre, plagas y otros peligros acechan a una
población civil con altas tasas de mortalidad.
Visto esto, ¿qué
podría motivar a un inversor a fijar su vista en la calificada -con permiso de
Afganistán- en la región más pobre del mundo?
No se trata de una
respuesta fácil ni mucho menos: sin embargo, existen esos argumentos. Para
encontrarlos, sería bueno fijar la vista en el país más importante de la zona,
Etiopía, y tomarlo de ejemplo. Este país, que salió de una terrible guerra
civil que duró prácticamente desde 1961 (fecha de inicio de la guerra de la
independencia de Eritrea) hasta 1991, incluyendo terribles episodios como el Terror Rojo (que Amnistía
Internacional cifra a día de hoy en medio millón de muertos). Tras muchos años
de represión y acusaciones de fraude electoral, moriría el presidente Zenawi, líder del país
desde 1995 hasta 2012.
Económicamente es un
país orientado a la producción y exportación de café, generalmente a China y
Alemania. De este negocio viven uno de cada cuatro habitantes. Es un país
ocupado en el sector primario (su agricultura absorbe el 45% del PIB), aunque
su industria está expermientando un fuerte crecimiento y ya abarca el 16% del
PIB. Posee recursos de oro y tantalio, además de hierro o gas.
Pero el dato clave
para analizar el crecimiento de Etiopía ha sido sin duda el abismal crecimiento
del PIB: de doce mil millones en 1990, ha pasado a la cantidad de sesenta y un
mil millones y medio en 2015. El PIB per cápita se ha visto multiplicado por
cuatro en el mismo periodo, hasta alcanzar un total de 1600 dólares.
En aspectos
demográficos, han logrado multiplicar por dos su población en los últimos 25
años según fuentes del Banco Mundial, pasando de 48.000.000 en 1990 a
99.350.000 en 2015. En estas mismas fechas, la esperanza de vida ha pasado de
48 años a 61 para un ciudadano medio, y la pobreza afecta a un 29% del país
(dato disminuido en 15 puntos porcentuales con respecto a 1995).
Todos estos datos
podrían ser una causa del aumento meteórico de la inversión extranjera. hace veinticinco
años, según el Banco Mundial, en Etiopía había invertido 14 millones de
dólares. Veinticinco años después, la cifra asciende a dos mil ciento sesenta y
siete millones de la misma divisa.
Vistos todos estos
números, resulta imposible negar que la nación etíope se encuentra, tras muchos
años de crisis y guerras, en un proceso de crecimiento importante. Esto no
quiere decir que vayan a estar en disposición de competir con el primer mundo
en los años venideros, pero sí refleja que la colección de tópicos citados al
principio (hambre, guerras civiles, subdesarrollo) no es tan cierta como podía
parecer en un principio. Desgraciadamente, hay datos que no se deben obviar en
cuanto a deuda externa, uno de los mayores lastres de este tipo de economías.
En este caso asciende a más de siete mil trescientos millones de dólares
(aunque está en retroceso con respecto a los años anteriores). Parte de esta
deuda corresponde a fondos para el desarrollo aportados por el Banco Mundial
(sobre los cuales se hará incapié más adelante).
Pero estos brotes
verdes no son exclusivos de Etiopía: Tanzania ha multiplicado su inversión
extranjera por 196.000 en los últimos 25 años (ya alcanza los dos mil
millones), no es el único. En general, la zona más pobre del mundo está viviendo
un desarrollo difícil de creer: entre otras cosas, sus tasas de mortalidad
infantil caen en picado, su población crece, su industria gana peso y sus
gobiernos toman progresivamente el control. Es cierto que queda mucho camino
por andar, pero las bases están en general sentadas.
Por otro lado,
resultaría muy interesante analizar -o al menos citar- la correlación entre
ayuda internacional y crecimiento, tal y como ya hizo en su día el ex
economista del Banco Mundial William Easterly en su obra "La
carga del hombre blanco, el fracaso de la ayuda al desarrollo". Como el
autor expone, la ayuda al desarrollo no sirve de nada si no se trabaja con
conocimiento de causa: es decir, no se trata de cuánto se invierte, sino de
dónde se invierte. Es imposible invertir en algo que se desconoce por completo
(lo que se llama invertir desde arriba) con alguna posibilidad de acierto. De
hecho, el mayor impacto producido en la economía etíope no ha sido debido a los
grandes proyectos de ayuda internacional, sino a la inversión a pequeña escala,
es decir, mediante el trato directo -en la medida de lo posible- con la
población. En materia de inversión internacional, sería importante
resaltar que varias empresas están poniendo la mirada en el país etíope como
una futura mina de inversiones: en concreto, España se encuentra en vías de
penetrar en un mercado que ofrece unos 90 millones de consumidores potenciales.
Es perfectamente posible que, en unos años, Etiopía lidere un fuerte crecimiento
económico en la zona que sólo podría verse lastrado por la elevada deuda
externa.
¿Es el Cuerno de
África la región más pobre del mundo? La respuesta, según los indicadores, es
un sí. Ahora bien, ¿lo seguirá siendo en un futuro no muy lejano? ¿O, por el
contrario, vivirá un gran crecimiento que le hará colocarse como una región
paradisíaca a la hora de invertir? Lo que sí está claro es que, a día de hoy,
existen las armas para que se dé el segundo supuesto.
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