domingo, 6 de noviembre de 2016

Invertir en el este de África


Es de dominio público la complicada situación que viven los países del este de África, el famoso "cuerno", desde el fin del imperio colonial europeo allá por los años de la Guerra Fría. Sin embargo, se trata de un territorio rico en recursos naturales y posibilidades de exportación y negocio. Por ello, el presente informe pretende ahondar en esta región tan desconocida y estigmatizada del mundo.
En primer lugar se debe hacer un pequeño repaso por aquellas naciones que se considerarán como parte del estudio, así como por su situación política. Somalia, Kenia, Sudán, Sudán del Sur, Tanzania, Eritrea, Uganda y Etiopía son las ocho regiones que se sacarán a la palestra. Debido a la naturaleza de este blog, resulta difícil analizar exhaustivamente todos, así que se ha optado por seleccionar a Etiopía (el país con más peso en la región) para que ejerza de muestra.
Al leer estos nombres, es casi inevitable pensar -desgraciadamente- en estados fallidos, desnutrición, guerras civiles y movimientos migratorios masivos. Al buscar una lista de conflictos armados, se quedan cortos los dedos de las manos para contarlos: por ejemplo, Somalia es a día de hoy un estado fallido en el cual varias facciones del territorio se han declarado independientes y llevan luchando entre sí por el control de diversas tierras durante treinta largos años (los mismo que duró la guerra civil vivida en Eritrea, aunque en este caso fuera en pro de una independencia que llegaría en 1991). 
Tampoco se puede obviar la fuerza de los grupos terroristas de tendencias islámicas radicales: al-Qaeda tiene una fuerte presencia en la zona, y los atentados y matanzas se suceden.



Además, tres de estos estados se consideran estados fallidos por la ONU: Somalia (que posee en su territorio reconocido dos territorios autoproclamados libres), Sudán y Sudán del Sur. Para colmo, el Cuerno de África es de las zonas más desérticas de la Tierra y las sequías acechan. Sida, hambre, plagas y otros peligros acechan a una población civil con altas tasas de mortalidad.
Visto esto, ¿qué podría motivar a un inversor a fijar su vista en la calificada -con permiso de Afganistán- en la región más pobre del mundo?
No se trata de una respuesta fácil ni mucho menos: sin embargo, existen esos argumentos. Para encontrarlos, sería bueno fijar la vista en el país más importante de la zona, Etiopía, y tomarlo de ejemplo. Este país, que salió de una terrible guerra civil que duró prácticamente desde 1961 (fecha de inicio de la guerra de la independencia de Eritrea) hasta 1991, incluyendo terribles episodios como el Terror Rojo (que Amnistía Internacional cifra a día de hoy en medio millón de muertos). Tras muchos años de represión y acusaciones de fraude electoral, moriría el presidente Zenawi, líder del país desde 1995 hasta 2012. 
Económicamente es un país orientado a la producción y exportación de café, generalmente a China y Alemania. De este negocio viven uno de cada cuatro habitantes. Es un país ocupado en el sector primario (su agricultura absorbe el 45% del PIB), aunque su industria está expermientando un fuerte crecimiento y ya abarca el 16% del PIB. Posee recursos de oro y tantalio, además de hierro o gas. 
Pero el dato clave para analizar el crecimiento de Etiopía ha sido sin duda el abismal crecimiento del PIB: de doce mil millones en 1990, ha pasado a la cantidad de sesenta y un mil millones y medio en 2015. El PIB per cápita se ha visto multiplicado por cuatro en el mismo periodo, hasta alcanzar un total de 1600 dólares.
En aspectos demográficos, han logrado multiplicar por dos su población en los últimos 25 años según fuentes del Banco Mundial, pasando de 48.000.000 en 1990 a 99.350.000 en 2015. En estas mismas fechas, la esperanza de vida ha pasado de 48 años a 61 para un ciudadano medio, y la pobreza afecta a un 29% del país (dato disminuido en 15 puntos porcentuales con respecto a 1995).
Todos estos datos podrían ser una causa del aumento meteórico de la inversión extranjera. hace veinticinco años, según el Banco Mundial, en Etiopía había invertido 14 millones de dólares. Veinticinco años después, la cifra asciende a dos mil ciento sesenta y siete millones de la misma divisa. 
Vistos todos estos números, resulta imposible negar que la nación etíope se encuentra, tras muchos años de crisis y guerras, en un proceso de crecimiento importante. Esto no quiere decir que vayan a estar en disposición de competir con el primer mundo en los años venideros, pero sí refleja que la colección de tópicos citados al principio (hambre, guerras civiles, subdesarrollo) no es tan cierta como podía parecer en un principio. Desgraciadamente, hay datos que no se deben obviar en cuanto a deuda externa, uno de los mayores lastres de este tipo de economías. En este caso asciende a más de siete mil trescientos millones de dólares (aunque está en retroceso con respecto a los años anteriores). Parte de esta deuda corresponde a fondos para el desarrollo aportados por el Banco Mundial (sobre los cuales se hará incapié más adelante).
Pero estos brotes verdes no son exclusivos de Etiopía: Tanzania ha multiplicado su inversión extranjera por 196.000 en los últimos 25 años (ya alcanza los dos mil millones), no es el único. En general, la zona más pobre del mundo está viviendo un desarrollo difícil de creer: entre otras cosas, sus tasas de mortalidad infantil caen en picado, su población crece, su industria gana peso y sus gobiernos toman progresivamente el control. Es cierto que queda mucho camino por andar, pero las bases están en general sentadas.
Por otro lado, resultaría muy interesante analizar -o al menos citar- la correlación entre ayuda internacional y crecimiento, tal y como ya hizo en su día el ex economista del Banco Mundial William Easterly en su obra "La carga del hombre blanco, el fracaso de la ayuda al desarrollo". Como el autor expone, la ayuda al desarrollo no sirve de nada si no se trabaja con conocimiento de causa: es decir, no se trata de cuánto se invierte, sino de dónde se invierte. Es imposible invertir en algo que se desconoce por completo (lo que se llama invertir desde arriba) con alguna posibilidad de acierto. De hecho, el mayor impacto producido en la economía etíope no ha sido debido a los grandes proyectos de ayuda internacional, sino a la inversión a pequeña escala, es decir, mediante el trato directo -en la medida de lo posible- con la población.  En materia de inversión internacional, sería importante resaltar que varias empresas están poniendo la mirada en el país etíope como una futura mina de inversiones: en concreto, España se encuentra en vías de penetrar en un mercado que ofrece unos 90 millones de consumidores potenciales. Es perfectamente posible que, en unos años, Etiopía lidere un fuerte crecimiento económico en la zona que sólo podría verse lastrado por la elevada deuda externa. 
¿Es el Cuerno de África la región más pobre del mundo? La respuesta, según los indicadores, es un sí. Ahora bien, ¿lo seguirá siendo en un futuro no muy lejano? ¿O, por el contrario, vivirá un gran crecimiento que le hará colocarse como una región paradisíaca a la hora de invertir? Lo que sí está claro es que, a día de hoy, existen las armas para que se dé el segundo supuesto. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario